jueves, 4 de diciembre de 2008
LAS TETAS DE TIRESIAS, de Guillaume Apollinaire (1917)
PREFACIO
Sin reclamar indulgencia, hago notar que ésta es una obra de juventud, ya que salvo el prólogo y la última escena del segundo acto, que son de 1916, la obra fue hecha en 1903, es decir catorce años antes de su representación.
La llamé drama que significa acción para establecer lo que la diferencia de esas comedias costumbristas, comedias dramáticas y comedias ligeras que desde hace más de medio siglo suministran a la escena obras, muchas de ellas excelentes, pero de segundo orden y a las cuales se llama simplemente obras.
Para caracterizar mi drama usé un neologismo que se me perdonará porque es algo que me sucede muy pocas veces y forjé el adjetivo surrealista que no significa de ninguna manera simbólico, como lo supuso el señor Victor Basch en su folletín dramático, sino que define bastante bien una tendencia del arte que si bien no es más nueva que nada de lo que se encuentra bajo el sol por lo menos nunca se usó para formular ningún credo, ninguna afirmación artística y literaria.
El idealismo vulgar de los dramaturgos que sucedieron a Victor Hugo buscó la verosimilitud en un color local de convención que hace juego con el naturalismo engañoso de las obras costumbristas cuyo origen se encontraría mucho antes de Scribe, en la comedia lacrimosa de Nivelle de la Chaussée.
Y para intentar, sino una renovación del teatro, por lo menos un esfuerzo personal, pensé que había que volver a la naturaleza misma, pero sin imitarla a la manera de los fotógrafos.
A fin de cuentas, me es imposible decidir si este drama es serio o no. Tiene como finalidad interesar y entretener. Es la finalidad de toda obra teatral. Tiene también como finalidad poner en relieve una cuestión vital para quienes interpretan la lengua en la cual está escrita: el problema de la repoblación.
Habría podido hacer sobre este tema que nunca fue tratado una obra con el tono sarcástico-melodramático que pusieron de moda los hacedores de “obras de tesis”.
Preferí un tono menos oscuro, porque no pienso que el teatro deba desesperar a nadie.
También habría podido escribir un drama de ideas y halagar el gusto del público actual que adora entregarse a la ilusión de pensar.
Preferí dar curso libre a esta fantasía que es mi manera de interpretar la naturaleza, fantasía que, según los días, se manifiesta con más o menos melancolía, sátira y lirismo, pero siempre, y tanto como me sea posible, con una sensatez en la que a veces hay bastante novedad como para que pueda chocar e indignar, pero que a la gente le parecerá de buena fe.
El tema es tan emocionante en mi opinión, que permite incluso que se le de a la palabra drama su sentido más trágico; pero depende de los franceses que, si se ponen a tener hijos de vuelta, la obra pueda ser llamada, en adelante, una farsa. Nada podría provocarme una alegría más patriótica. No lo duden, la reputación de la cual gozaría justamente, si supiéramos su nombre, el autor de la Farsa de Maese Pierre Pathelin, me quita el sueño.
Se dijo que yo había usado medios que se usan en las revistas: no veo en qué momento. Este reproche sin embargo no tiene nada que me pueda molestar, ya que el arte popular es un capital excelente y me honraría haber abrevado en él si todas mis escenas no se encadenaran según la fábula que yo imaginé y cuya situación principal: un hombre que concibe hijos, es nueva en el teatro y en las letras en general, pero no debe impresionar más que ciertas invenciones imposibles de novelistas cuya fama está fundada en lo que llaman científico maravilloso[i].
Por lo demás, no hay ningún símbolo en mi obra que es muy clara, pero cada uno es libre de ver en ella todos los símbolos que quiera y de descifrar mil sentidos posibles como en los oráculos sibilinos.
El señor Victor Basch, que no entendió, o no quiso entender, que se trataba de la repoblación, quiere que mi obra sea simbólica; cosa suya. Pero agrega: “que la primera condición de un drama simbólico, es que la relación entre el símbolo que siempre es un signo y la cosa significada sea inmediatamente discernible”.
No siempre sin embargo, y hay obras notables cuyo simbolismo justamente se presta a numerosas interpretaciones que a veces se contradicen.
Yo escribí mi drama surrealista ante todo para los franceses como Aristófanes componía sus comedias para los atenienses.
Les señalé el grave peligro reconocido por todos que entraña para una nación que quiere ser próspera y poderosa no tener hijos, y para remediarlo les indiqué que era suficiente con tenerlos.
El señor Deffoux, escritor ingenioso, pero que me da la impresión de ser un maltusiano atrasado, hace no sé qué relación descabellada entre el caucho[ii] con el que se hacen los globos y las pelotas que representan a las tetas (quizás sea ahí donde el señor Basch ve un símbolo), y ciertas prendas recomendadas por el neo-maltusianismo. Para hablar con franqueza, estas prendas no tienen nada que ver con la cuestión, porque no hay ningún país donde se las use menos que en Francia, mientras que en Berlín, por ejemplo, no pasa un día sin que a uno le caiga alguna encima de la cabeza mientras pasea por las calles, de tanto que los alemanes, raza mucho más prolífica, las usan.
Las otras causas a las cuales además del control de la natalidad por medios higiénicos se les atribuye la despoblación, el alcoholismo por ejemplo, existen en todos los otros países y en proporciones más altas que en Francia.
En un libro reciente sobre el alcohol, acaso no observaba el señor Yves Guyot que, si en las estadísticas sobre alcoholismo, Francia estaba en el primer puesto, Italia, país notoriamente sobrio, ¡estaba en el segundo puesto! Esto da la medida de la fe que se puede tener en las estadísticas; son mentirosas y muy loco está quien cree en ellas. Por otra parte, ¡acaso no es notable que las provincias donde más chicos se conciben en Francia sean justamente las que figuran en el primer puesto en las estadísticas sobre alcoholismo!
Cuanto más grave es la falta, más profundo es el vicio, ya que la verdad es la siguiente: no se conciben más chicos en Francia porque no se hace lo suficiente el amor. Eso es todo.
Pero no me voy a extender más sobre este tema. Haría falta un libro entero, y cambiar las costumbres. Queda en los gobernantes actuar, facilitar los casamientos, alentar ante todo el amor fecundo, y los otros puntos importantes como el del trabajo infantil enseguida serán fácilmente resueltos por el bien y el honor del país.
Para volver al arte teatral, se encontrarán en el prólogo de esta obra los rasgos esenciales de la dramaturgia que propongo.
Agrego que a mi gusto ese arte será moderno, simple, rápido, con los acercamientos y los aumentos que se imponen si se quiere impresionar al espectador. El tema será bastante general como para que la obra dramática que lo tenga como fondo pueda tener una influencia sobre las mentes y sobre las costumbres en el sentido del deber y del honor.
Según el caso, lo trágico se impondrá a lo cómico o a la inversa. Pero no creo que en el futuro se pueda aguantar, sin impaciencia, una obra teatral donde estos elementos no se opongan, porque hay una energía tal en la humanidad de hoy y en las jóvenes letras contemporáneas, que la mayor infelicidad enseguida aparece teniendo su razón de ser, y pudiendo ser vista no sólo desde el ángulo de una ironía benévola que permite reír, sino aún desde el ángulo de un optimismo verdadero que enseguida consuela y deja crecer la esperanza.
A fin de cuentas, el teatro no es la vida que representa así como la rueda no es una pierna. En consecuencia, es legítimo, a mi entender, llevar al teatro estéticas nuevas e impresionantes que acentúen el carácter escénico de los personajes y aumenten la pompa de la puesta en escena, sin modificar no obstante lo patético o lo cómico de las situaciones que deben bastarse a sí mismas.
Para terminar, agrego que, desprendiendo de las veleidades literarias contemporáneas cierta tendencia que es la mía, no pretendo para nada fundar una escuela, sino ante todo protestar contra ese teatro engañoso que representa lo más claro del arte teatral de hoy. Ese efecto engañoso que conviene, sin dudas, al cine, es, creo, lo que más se opone al arte dramático.
Agrego que, en mi opinión, el único verso que conviene al teatro es un verso ligero, fundado sobre el ritmo, el tema, el aliento y que pueda adaptarse a todas las necesidades teatrales. El dramaturgo no desdeñará la música de la rima, que no debe ser una dependencia de la cual el autor y el espectador se cansen rápido, sino que puede agregar alguna belleza a lo patético, a lo cómico, en los coros, en ciertas réplicas, al final de ciertos parlamentos o para cerrar dignamente un acto.
¿Acaso los recursos de este arte dramático no son infinitos? Le abren las puertas a la imaginación del dramaturgo, quien rechazando todas las asociaciones que habían parecido necesarias o a veces reanudando una tradición olvidada, no juzga útil renegar de los más grandes de entre sus predecesores. Les rinde aquí el homenaje que se les debe a quienes elevaron a la humanidad por encima de las pobres apariencias con las cuales, abandonada a sí misma, si no hubiera tenido los genios que se le adelantan y la dirigen, debería conformarse. Pero ellos hacen aparecer ante sus ojos mundos nuevos que ensanchan los horizontes, multiplicando sin cesar su visión, y le proporcionan la alegría y el honor de proceder sin cesar a los descubrimientos más sorprendentes.
[i] Así se llamaba entonces al género de novelas fantásticas basadas en descubrimientos científicos, como las de Julio Verne. (N. del T.)
[ii] Para desentenderme de cualquier reproche sobre el uso de las tetas de caucho presento un extracto de los diarios demostrando que esos órganos eran de la más estricta legalidad.
Prohibición de la venta de tetinas que no sean de caucho puro, vulcanizado en caliente. -Con fecha del 28 de febrero último, fue promulgada en el Boletín oficial la ley del 26 de febrero de 1917, modificando el artículo 1º de la ley del 6 de abril de 1910, que sólo apuntaba a la prohibición de los biberones de tubo.
El nuevo artículo 1º de esta ley queda en adelante de esta forma:
Están prohibidas la venta, la puesta a la venta, la exposición y la importación:
Iº De los biberones de tubo.
2ª De las tetinas y chupetes fabricados con otros productos que no sean caucho puro, vulcanizados con otro procedimiento que la vulcanización en caliente, y que no lleven, con la marca de fábrica o del comerciante, la indicación especial: “caucho puro”.
Por lo tanto sólo están autorizados las tetinas y chupetes fabricados con caucho puro y vulcanizados en caliente.
Gentileza de Editorial Losada
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hola desde hace un tiempo estoy buscando el libro de "LAS TETAS DE TIRESIAS, de Guillaume Apollinaire (1917)" pero en español y no lo encuentro, me gustaria saber si me lo puedes enviar ya que no se en frances y sólo lo he podido bajar en dicho idioma.
Publicar un comentario