Meditación del 12/5/85
Me encontraba ante ese silencio inarticulado un poco como el bosque algunos en momentos semejantes pensaron descifrar el espíritu en alguna remanencia eso fue para ellos un consuelo o la duplicación del horror yo no.
Había sangre espesa bajo tu piel en tu mano caída al final de los dedos yo no la veía humana
Esta imagen se presenta por milésima vez como nueva con la misma violencia no puede no repetirse indefinidamente una nueva generación de mis células si hay tiempo encontrará esta duplicación onerosa esas copias fotográficas internas yo no tengo elección ahora.
Nada me influencia en la negrura.
No me ejercito en ninguna comparación no adelanto ninguna hipótesis me hundo por las uñas.
Soy desde siempre miope no se me puede decir mira esa hierba allá diez años atrás ve en dirección a ella.
La mirada humana tiene el poder de darle valor a los seres eso los encarece.
No se me puede decir habla y espera una sola cosa de la palabra ella no será pensada.
Este es el fin el fin donde no hay ninguna verdad sino una palma de hojas espaciadas con sus amontonamientos.
Meditación de la certeza
La puerta rechazaba la luz.
Yo sabía que ahí había una mano. ¿quién me concedería en adelante todo el resto?
Después de haberla visto, después de haber reconocido la muerte, que no sólo parecía ser así, sino que era así con certeza, y no tenía ningún sentido dudarlo.
Después de haberla visto, después de haber reconocido la muerte.
Alguien me habría dicho: “no sé si eso es una mano”. yo no habría podido responder. “mírala más de cerca.” ningún juego de lenguaje podía desplazar esta certeza. tu mano colgaba al borde de la cama.
Tibia. tibia solamente. tibia todavía.
La sangre se había espesado al final de los dedos. como un fondo de guinness en un vaso.
Yo no la veía humana. “hay sangre en una mano humana”. entendía muy claro el sentido de esta oración. porque contemplaba su confirmación negativa.
No me hacía falta decirme: “la sangre corre por una mano viva”. cosa que sin embargo nadie vio jamás. esa sangre sin duda alguna no corría. yo no podía ponerlo en duda. para dudar me faltaban razones.
En mi reinaba la desolación
Donde tu inexistencia era tan fuerte. se había vuelto una forma de ser.
En mí reinaba la desolación. como conversando en voz baja.
Pero las palabras no tenían la fuerza de franquear.
De franquear solamente. porque no había qué.
Uno gira hacia el mundo. uno gira hacia sí.
Uno querría no vivir de ningún modo.
Es el núcleo habitual del infortunio.
“Usted” era nuestro modo de dirigirnos. lo había sido.
Muerta sólo podía decir: “tú”.
¿Dónde estás?
¿Dónde estás:
quién?
Bajo la lámpara, rodeada de negro, te dispongo:
En dos dimensiones
Lo negro cae
Desde los rincones. como polvo:
Imagen sin consistencia voz sin consistencia
La tierra
que te roza
El mundo
del que ya nada te separa
Bajo la lámpara. en la noche. rodeado de negro. contra la puerta.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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